Palma del Río, Córdoba, 1487 – Guadalajara c. 1550
Escena de la vida de un santo niño. Anónimo. Museo del Prado
Fue miembro de la familia Cazalla en la que destacaron diferentes letrados y teólogos como su hermano, el obispo Juan de Cazalla, que, por su origen converso, estuvieron inicialmente al amparo de la familia Portocarrero. Casó con Lope de Rueda, burgués de Guadalajara, con el que marchó a vivir a esa ciudad para generar una amplia familia, ahora bajo la protección de los Mendoza.
Conoció a Isabel de la Cruz y a la detención de ésta en 1525, pasó a liderar el movimiento renovador denominado con el nombre de “alumbrado”. Por ello fue interrogada por la Inquisición en el proceso de Toledo iniciado ese mismo año, aunque fue luego, en 1532, cuando fue detenida y torturada en la cárcel de Toledo bajo la acusación de “presuntuosa” y de “tomadora del oficio de predicadora”.
Promovió, como el resto de sus compañeros, una libertad de devoción individual en la que la mujer podía alcanzar un destacado protagonismo, en clara oposición al papel designado para ellas por la jerarquía eclesiástica de la época, empeñada en afirmar el valor del párroco como mediador necesario para la práctica sacramental y, en definitiva, para la salvación.
Su proceso, plenamente conservado, muestra que estamos ante una mujer inteligente, llamada la “maestra de Pastrana”, que rompió moldes y se defendió a sí misma frente a los inquisidores, utilizando todos los argumentos posibles derivados de su sólida formación teológica y humanista. En sus declaraciones consta un buen conocimiento de la obra de autores tan destacados como Erasmo o Juan de Valdés, al que conoció en Alcalá de Henares.
Gracias a ese conocimiento y al apoyo que siempre disfrutó de algunas damas de la familia de los Mendoza, logró ser absuelta de las penas más graves, aunque no de sufrir penitencia pública que incluía la consiguiente abjuración de sus posibles errores. Con ello, la sentencia vino a reconocer que su gran falta no fue otra que la peligrosa transgresión del papel que la ley le imponía como mujer a comienzos de la modernidad.
Organizada por las Cortes de Castilla-La Mancha con la colaboración de la Real Fundación de Toledo