Teresa Enríquez

Medina de Rioseco, Valladolid, c. 1450 – Torrijos, Toledo, 1529

Retrato de Teresa Enríquez despojándose de sus riquezas. Anónimo. Monasterio de la Inmaculada Concepción (Torrijos. Toledo)

Retrato de Teresa Enríquez despojándose de sus riquezas. Anónimo. Monasterio de la Inmaculada Concepción (Torrijos. Toledo)

Teresa Enríquez

Nació en el seno de una de las principales familias de Castilla. Su padre fue el almirante Alonso Enríquez y entre otros parentescos, destaca que fue prima hermana de Fernando el Católico. Hacia 1470 casó con el señor de Maqueda, Gutierre de Cárdenas, considerado como uno de los principales colaboradores políticos y militares de los Reyes Católicos. Por su origen y matrimonio, pasó a formar parte del grupo de damas organizado en torno a la figura de Isabel I, de la que fue una de sus más fieles colaboradoras.

Al enviudar en 1503, se retiró a su villa de Torrijos y en vez de resignarse a la invisibilidad a la que solían verse relegadas las mujeres de su condición, optó por emprender un proyecto innovador con el que afirmar sus creencias y capacidades. El resultado fue la construcción de la primera villa ducal moderna en Castilla con un proyecto propio para la localidad de Torrijos. Éste se plasmó en la construcción de murallas y palacios pero, también, de conventos, de destacados hospitales asistenciales y de una colegiata excepcional, dedicada a exaltar un novedoso culto eucarístico, que debe ponerse en relación con algunas ideas vinculadas al primer cristianismo, en el que el humanismo renacentista buscaba un referente de originalidad y pureza.

En su papel de colaboradora real, se empeñó en proyectos vinculados con la corte de la reina Isabel en los que la mujer alcanzó un importante protagonismo. Uno de los más destacados fue el impulso que dio a la orden de la Inmaculada Concepción, fundada en Toledo por otra dama del grupo, Beatriz de Silva, que murió en 1492. Desde entonces, fue Teresa quien se ocupó de consolidar la institución, gracias al apoyo que brindó a las religiosas y a las nuevas fundaciones que promovió en sus localidades de Torrijos y Maqueda.

Como muestra de su visión sobre el papel de la mujer en la sociedad, conviene destacar algunas de las particularidades de esta novedosa orden franciscana. En concreto, la exaltación que promovía un modelo de feminidad basado en destacar el papel de la Virgen y el hecho evidente de que es el único instituto franciscano que carece de equivalente masculino.

Su amplia labor social y teológica, conseguida gracias a su capacidad para tratar directamente con Roma y conseguir las aprobaciones necesarias para sus innovadores proyectos, muestra que fue una persona autosuficiente, plenamente capaz de gestionar una de las principales fortunas del reino. Con ella y a pesar de la oposición familiar, fue capaz de dar forma a un ideal en el que se cuestionaban algunos monopolios tan asentados como era el masculino en temas relacionados con la innovación religiosa.

Disfrutó de una larga vida y también alcanzó cierto protagonismo en las Comunidades de Castilla, al haber actuado como negociadora de los intereses de la alta nobleza castellana con algunos de los protagonistas de las revueltas.

Exposición realizada con motivo del V Centenario del Levantamiento de las Comunidades de Castilla

Organizada por las Cortes de Castilla-La Mancha con la colaboración de la Real Fundación de Toledo

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