Granada, 1497 – Oporto, 1531
Mujeres célebres de España y Portugal (1868). Juan de Dios de la Rada y Delgado. Biblioteca Digital Hispánica
Era la séptima hija del segundo conde de Tendilla, Íñigo de Mendoza y de María Pacheco, Hija del poderoso marqués de Villena. Pertenecía por ello a la principal nobleza del reino y se educó en una pequeña corte plenamente humanista desarrollada en la Alhambra de Granada, en la que su padre ejercía como virrey y capitán general del reino recién conquistado. Allí conoció a Pedro Mártir de Anglería y a otros intelectuales que actuaron como preceptores de sus hermanos.
En 1511 casó con Juan de Padilla. En 1518 el matrimonio aparece ya afincado en Toledo tras el nombramiento de Juan como capitán de gentes de la población. A ello se debe que cuando se iniciara la revuelta de las Comunidades en 1520, fuera designado como capitán de la milicia local y que alcanzara pronto un importante protagonismo, sólo truncado por la derrota de Villalar sufrida el 23 de abril de 1521.
A su muerte, María decidió mantener su ideario y tomó tanto el gobierno de la ciudad de Toledo como el liderazgo de la revuelta. Como muestra de su voluntad de mantener la sublevación, ocupó el Alcázar y las principales fortificaciones urbanas. Su opinión se impuso desde entonces sobre el resto de los personajes protagonistas en aquellos sucesos, mostrando con ello su evidente capacidad de persuasión y mando. Al final, en 1522, cuando la derrota era inevitable, María huyó de Toledo para instalarse en Oporto donde murió a los pocos años.
Su figura ha sido objeto de todo tipo de leyendas y lecturas interesadas. Las numerosas crónicas impulsadas por Carlos I la convirtieron en una mujer traidora a su familia y clase, así como en el antimodelo de la mujer mansa, honesta y cristiana que imponía el orden social y natural siempre achacado a Dios.
Frente a esa línea de interpretación, en el siglo XIX su figura fue rescatada por los liberales que la consideraron un precedente revolucionario, precursor de otras figuras femeninas destacadas de su presente, en especial de María Pineda.
Sin embargo y a pesar de su compleja historia, la verdadera importancia del personaje radica en la constatación del papel que llegaron a jugar esas mujeres vinculadas a la corte, capaces de alcanzar un alto grado de formación académica. Las crónicas de la época nos recuerdan que María fue docta en latín, en griego y en matemáticas. También, que tuvo importantes conocimientos de las Santas Escrituras, de poesía, de historia e, incluso, de medicina. El resultado fue una mujer excepcional y luchadora, nacida y criada en un momento de oportunidad en el seno de una sociedad inmovilista, a la que puso en verdaderos aprietos. Sólo por ello se entiende la particular persecución que sufrió hasta su muerte por parte de Carlos I, que siempre la exceptuó de cualquier perdón, en parte por la humillación que para él supuso verse enfrentado con una mujer.
Organizada por las Cortes de Castilla-La Mancha con la colaboración de la Real Fundación de Toledo